lunes, 25 de abril de 2011

El consumo de fruta está relacionado de forma directa con una reducción de la mayor parte de las formas más comunes de cáncer.

La primavera propone un abanico de frutas multicolores, que son la señal distintiva que las caracteriza como alimentos nutritivos y saludables. El consumo de fruta está relacionado de forma directa con una reducción de la mayor parte de las formas más comunes de cáncer. Además, ayudan a prevenir el riesgo de enfermedad coronaria y de la mayoría de patologías crónicas asociadas al paso de los años.

Frutas para el corazón

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La primavera comienza con el rojo de las fresas, el mes de mayo da paso a los primeros tonos amarillos de los nísperos, a los que siguen un poco más tarde los melocotones, albaricoques y nectarinas. La vuelta a los tonos rojizos cuando está a punto de comenzar el verano se da con las cerezas, las ciruelas y las sandías. En definitiva, una inundación de colores tras los cuales se encierra una larga e interesante lista de fitoquímicos, compuestos químicos presentes en los vegetales con acción antioxidante, que el organismo humano no puede producir y que, por lo tanto, solo se obtienen por medio de la ingesta de alimentos ricos en ellos.
Las antocianinas son las responsables del color rojo o morado de las ciruelas negras y de las bayas, que incluye a fresas, fresones, frambuesas y arándanos. Estas frutas se han utilizado popularmente para mejorar y tratar problemas circulatorios.
La ciencia confirma el saber empírico. La revisión más reciente sobre el impacto del consumo de bayas en la salud cardiovascular realizada desde el Departamento de Ciencias Nutricionales de la Universidad Estatal de Oklahoma (EE.UU) recoge los resultados de los estudios epidemiológicos y clínicos que confirman que estos componentes se han asociado con la mejora de los perfiles de riesgo cardiovascular. Estas frutas son una buena fuente de polifenoles, en particular las antocianinas, fibra y micronutrientes, con función específica en la salud cardiovascular, como ácido fólico, potasio y magnesio.
Los estudios en humanos en quienes se han probado los efectos de la ingesta de bayas, ya sean frescas, como jugo o liofilizadas, y de extractos purificados de antocianinas, han demostrado mejoras significativas en la oxidación de las LDL, en la capacidad total antioxidante del plasma, en los niveles plasmáticos de lípidos y en el metabolismo de la glucosa. Los beneficios se constataron en personas sanas y en otras con factores de riesgo metabólico.
Se cree que los mecanismos subyacentes a estos efectos beneficiosos incluyen la regulación positiva de la enzima óxido nítrico-sintasa endotelial, que permite una buena liberación del óxido nítrico, sustancia que protege al corazón ya que tiene propiedades vasodilatadores, esenciales para la regulación de la presión arterial y para el cuidado del endotelio vascular, la capa que recubre el interior de todos los vasos sanguíneos. También se asocian otras acciones como la disminución del estrés oxidativo, la inhibición de la expresión de genes inflamatorios y de la formación de células espumosas, las cuales forman parte del proceso de aterosclerosis. Aunque estos datos son limitados, apoyan la recomendación del consumo de frutas frescas y de bayas durante su temporada natural como un grupo de frutas esenciales en una dieta sana para el corazón.
Es un buen momento para degustar recetas tan sencillas, ricas y naturales como la de ensalada de lechugas y zanahoria con fresas y manzana golden, la brocheta de melón, fresas y pera o zumos frescos como el de ciruela con fresas o el de naranja con frambuesas y cerezas.

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